Hermanas Misioneras Sociales de la Iglesia
Las Hermanas Misioneras Sociales de la Iglesia son la contraparte de la Asociación Manyatta en Turkana. Son las personas que velan por la correcta ejecución de los proyectos, administrando las ayudas que reciben de la asociación para los fines específicos a los que van orientadas, tutelando a los beneficiarios y cuidando de su desarrollo humano a través de los valores cristianos, así como de su progreso académico.
Fundada en 1.965 por el Padre Julián Lorente en Loja (Ecuador), la Congregación llegó a Turkana en el año 2001, sin recursos, sin hablar el idioma de la región, y ante el escepticismo de las autoridades eclesiásticas de Lodwar (capital y diócesis de Turkana), que les dieron quince días para desistir de su misión ante la dureza de la vida de la zona y la experiencia fallida de otras congregaciones. Solo tenían su vocación de ayudar a los pobres en entornos rurales, pero su fe dota a las Hermanas de una fuerza que ha vencido todas las adversidades.
Desde el principio se integraron con la población y crearon una infraestructura de ayuda admirable, dadas las condiciones de vida: casas de formación, escuelitas infantiles, centros de nutrición para niños y ancianos y un centro de acogida de niñas nómadas para su cuidado y educación (St. Patrick’s Girls Centre de Lokitaung), cuidados médicos y espirituales a personas enfermas y ancianos, todo un imperio de bondad para los habitantes de Turkana.
Hermanas Misioneras Sociales de la Iglesia
Las Hermanas Misioneras Sociales de la Iglesia son la contraparte de la Asociación Manyatta en Turkana; son las personas que velan por la correcta ejecución de los proyectos, administrando las ayudas que reciben de la asociación para los fines específicos a los que van orientadas, tutelando a los beneficiarios y cuidando de su desarrollo humano a través de los valores cristianos, así como de su progreso académico.
Fundada en 1.965 por el Padre Julián Lorente en Loja (Ecuador), la Congregación llegó a Turkana en el año 2001, sin recursos, sin hablar el idioma de la región, y ante el escepticismo de las autoridades eclesiásticas de Lodwar (capital y diócesis de Turkana), que les dieron quince días para desistir de su misión ante la dureza de la vida de la zona y la experiencia fallida de otras congregaciones. Solo tenían su vocación de ayudar a los pobres en entornos rurales, pero su fe dota a las Hermanas de una fuerza que ha vencido todas las adversidades.
Desde el principio se integraron con la población y crearon una infraestructura de ayuda admirable, dadas las condiciones de vida: casas de formación, escuelitas infantiles, centros de nutrición para niños y ancianos y un centro de acogida de niñas nómadas para su cuidado y educación (St. Patrick’s Girls Centre de Lokitaung), cuidados médicos y espirituales a personas enfermas y ancianos, todo un imperio de bondad para los habitantes de Turkana.